Bajando escalones
Me costaba orientarme en tiempo , las comidas eran lo único que me guiaban a saber la hora en la que me encontraba. Lo que sí sabía perfectamente era dónde estaba, en la unidad de hospitalización de psiquiatría. Aún no me podía creer que hubiera terminado aquí por semejante pelea, pensaba. En mi interior sentía mucho poder y energía y veía a todos los que me rodeaban como potenciales enemigos a investigar, a la vez que mi mayor preocupación en aquellos momentos era el aislamiento que estaba provocando mi ingreso respecto a mi hija, y la consecuente incomunicación con ella. En cuanto a mi exterior me encontraba llena de contusiones provocadas por los golpes recibidos en la pelea pero el dolor psíquico superaba al físico en aquellos momentos…
Llegaba la que se presentaba como mi enfermera de referencia aquella tarde, y en ese preciso instante me encontraba en una habitación errónea en plena discusión con su huésped, que me recriminaba mi intromisión allí. Ante ello mi respuesta era altiva, chulesca, desproporcionada y de confrontación, quizás era lo más adecuado al sentirme tan superior a todos los que allí moraban…
Tras presentarse, aquella enfermera que dijo llamarse Clara, conversó con ambas y me orientó a mi habitación de nuevo,colocando un papel con mi nombre en la parte exterior de la puerta para evitar nuevas equivocaciones y posteriores conflictos. El color de todas las puertas era idéntico y no resultaba tan complicado equivocarse en mi estado de dispersión.
Enseguida ella me reflejó como un espejo lo inquieta y desorganizada que estaba, y me representó como en la cima de una escalera, ofreciéndome unas gotas prescritas por mi psiquiatra para ayudar a calmarme y poder descender de ella. Pronto me vi reflejada y creí que quizás había subido de forma automática muchos escalones y era el momento de comenzar a bajarlos, por lo que decidí aceptar y tomarlas. Mi ansiedad bajaba algún escalón pero mi desorden, impulsividad y desinhibición seguía en el mismo. Las broncas con otros pacientes eran continuas. Buscaba la atención y contacto que los otros rechazaban o ignoraban. Caminaba sin rumbo ni propósito, simultáneamente guiada y perdida entre múltiples ruidos e impulsos mentales.
Unas dos horas más tarde, algo ocurrió, Clara se acercaba junto a otro enfermero, y dos guardias de seguridad nos custodiaban en la distancia. Antes de que me comunicara nada comencé a insultarlos y recriminarles, me sentía atacada y sin salida.
A cierta distancia Clara se paró y se dirigió a mi con un tono tan suave que parecía susurrarme:“ Laura, son las 5 y media de la tarde, desde que hemos llegado, sentimos que estás muy inquieta y pasándolo mal, otros pacientes están haciendo quejas sobre tu actitud y conducta hacia ellos. Qué te parece si te acompaño a la habitación y te inyecto una medicación para estar más tranquila y seguir bajando escalones de la escalera de la que hablamos antes?
Entiendo que es tu primer día de ingreso y estás desubicada y adaptándote, solo queremos ayudarte a que te encuentres mejor.
Mi actitud ante aquellas palabras fue negativa. Me negaba a que esa gente me quitara la energía y grandiosidad que yo sentía a lo que le respondí: “ Yo no necesito eso, no voy a ninguna parte. Que me vais hacer entre todos? Me vais a atar?”a lo que ella replicó : “Confía en nosotros Laura, queremos ayudarte a que mejores y puedas salir de aquí cuanto antes. Escúchame atentamente Laura, el plan que te ofrezco es el siguiente: Te acompaño a tu habitación, te inyecto una medicación prescrita por tu psiquiatra idónea para el momento en el que te encuentras y dejaré que te mantengas 15 minutos allí para que pueda hacerte efecto poco a poco. No usaremos las contenciones, sabemos que colaborarás con nosotros en este plan, no pasará nada más de lo que te estoy explicando, confía, por favor, todo irá bien. Me llamaba la atención que solo hablaba ella, sus compañeros parecían apoyarla en todo lo que me explicaba en silencio, y en la distancia. Muy ambivalente y desconfiada decido elegir el camino junto a ella a mi habitación, en el fondo veía la necesidad de bajarme de la escalera… El plan transcurre tal cual me lo había explicado Clara excepto mantenerme 15 minutos entre aquellas cuatro paredes, la parte final del plan resultó misión imposible. Entraba y salía sin ningún propósito, sentía calor y me quitaba la ropa… y Clara seguía allí ,ella me guiaba y limitaba acciones que no eran adecuadas que realizase y que podían desencadenar en futuros conflictos, conversaba conmigo mientras cenaba entremezclando postre con segundo y primer plato… Esa tarde agradecí que Clara fuera como un pasamanos en mi escalera, con su tiempo, paciencia y guía me acompañaba mientras bajaba esos costosos escalones hasta llegar esa misma noche al rellano, cayendo en un profundo sueño reparador tan necesario como esperado.

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